martes, julio 16, 2019

Historia de una noche de verano


El suyo fue un amor de dos estaciones. Empezó una noche de septiembre, todavía era verano. La piel aún morena era un territorio accesible e infinito para la sorpresa y la prisa del primer fogonazo del enamoramiento. Él sintió la certeza del deseo y la fascinación de lo posible; ella dejó que su puerta abierta le dejara entrar y pasó por alto algunas intuiciones. La noche de verano dio paso a muchas otras de otoño. Se sabían precipitándose en el vértigo, se sentían valientes y se entregaron desde ese lugar que siempre es común entre dos que se desean: el presente y las ganas. En invierno todo era certeza y amor, ella dejaba a veces que hablaran algunas de sus intuiciones, él se callaba. A pocos días de la primavera, él le dijo que no se verían más, que todos los planes vividos y proyectados habían sido verdad pero que no sucederían ya los segundos. Se armó de su miedo y se lo dijo, se disfrazó de certeza y se lo repitió, se atrincheró en el silencio y lo mantuvo. 
El suyo fue un amor de dos estaciones, empezó una noche de verano y nadie podría juzgarlo corto o incluso inútil porque acabara en silencio. ¿Es lo que dura una ilusión o el dolor que causa que termine la medida para decidir su sentido? 

viernes, mayo 24, 2019

Aquí, ahora, renaciendo: escribo.

Hace tanto tiempo que no escribo en este blog, que hasta se me ha ocurrido que podría ser mejor crear uno nuevo, y quizás lo haré, seguramente. Pero ahora he entrado y he tenido una dulce y extraña sensación de encontrarme en casa después de todo este tiempo. Y no importa quién lea si alguien llega a leerlo, no importa lo que nadie piense de mí en mi espacio imperfecto, disperso, en este cajón para muchas cosas que es este blog, que soy yo. Como en la vida fuera de internet, puede que alguien llegue a este lugar y me encuentre, por esa extraña razón que genera los encuentros y los reencuentros.

Al darle a "nueva entrada" he sentido emociones antiguas, a las que se suma la de estar tecleando con mi nuevo ordenador portátil. Hace mucho que el viejo no funcionaba bien, dejé de usarlo en favor de mi ordenador de mesa, que empieza ya a tener los síntomas de su edad tecnológica pero que cumple bien su función. Este nuevo ordenador es un precioso regalo y también lo es encontrarme aquí, ahora, naciendo a la nueva etapa que simboliza este nuevo teclear de quien siente que poco a poco renace, una vez más, desde la misma raíz que siempre permanece, a pesar de las quemas y las podas de la superficie.

Aquí retomo la voluntad de la escritura, la que será en este blog o en otra parte, o en muchos lugares de dentro y de fuera de mí misma. Vuelvo a teclear con algo ligero sobre mis piernas, en cualquier espacio, en casa o lejos de ella. Ya es renacer este simple mirar a la pantalla como quien se mira a los ojos y verme reflejada en las palabras que pienso y veo, en nuevos proyectos y descubrimientos por venir.

Esta sensación es ahora mismo un regalo, como lo es este ordenador que hoy estreno y con el que he llegado a miércoles18, puede que por un instante, no lo sé todavía, para decir algo, decirme algo, decírtelo a ti si casualmente estás leyendo esto por alguna extraña razón. Para nada más que para ser y estar aquí, ahora, renaciendo: escribo.



domingo, abril 30, 2017

asiduamente

https://www.youtube.com/watch?v=7Txi_evc5QI

Antònia Font
hoy a Marc y a Virginia


Miedo,
a que no me mires
a que no me veas
a que no me escuches     a que no me retes
a que no me entiendas y me enseñes
a que no me penetres
profundamente
a que no me diviertas siempre
muchas veces
miedo a que te vayas
que no vuelvas siempre
    porque soy yo
a que no te quedes.

Y más ganas que miedo
casi siempre
y tender a una previsión razonable
de riesgos de tristeza y de placeres,
a bailar en el umbral inestable entre
una belleza tranquila o absoluta
y una suficiente
sabiendo que victoria y derrota
existirán en la mente
y que es cansada la vida
muchas veces.

Y más ganas que miedo,
asiduamente.


sábado, julio 09, 2016

Mujer en el río



Caminas sola frente a mí
junto al río
durante el trayecto que me conduce
a otra primera vez
y pienso
mientras observo tus pasos cortos
algo apresurados
y tu modesta elegancia
que somos la misma mujer ahora
que vamos al mismo encuentro.

Es domingo y atardece sobre nosotras
un soberbio paisaje celeste
por el que perdonarle a Madrid
que no tenga horizonte de mar.

Avanzamos en silencio
entre conversaciones ajenas
que son pájaros que se nos cruzan 
y pasan de largo
pero yo acompaso mi ritmo al tuyo
porque hoy quiero caminar sólo contigo
que soy la estela de tu juventud de ayer
y espejismo tú de mi edad que viene.

Hay una dignidad de astro en nuestros pasos
en la curiosidad serena que nos invita
esta tarde de nuevo
al juego fugaz de las luciérnagas
al tal vez sí de los amores posibles.

Y aplaudo en secreto tu existencia hermana
frente a mí como un estandarte
en blanco y negro
y te tiendo mi mirada atenta
con un abrazo de aire, cómplice de tu fantasía
y también de tu caverna.

Sabemos que algo se seca en nuestros vientres
de madre 
con el paso del tiempo
pero aún no es tarde para la vida
porque hoy tenemos lluvia en las manos
y un atardecer más para los sueños.

Ellos nos están esperando
dejemos que nos reciban sus árboles
con las raíces abiertas
y lleguemos solas porque estamos juntas
y hoy hemos pisado la orilla de las promesas
junto al río de los milagros.


martes, julio 14, 2015

Distancia


Hay un acordeón en mi mirada
que suena hacia dentro con canciones mudas
que sólo yo escucho.

Entre pupila y latido
hay un aliento encerrado
que canta todas las notas
en vaivén infinito y confuso
sobre el fuelle del tiempo.

Hay un columpio en mi mirada
y es la balanza imposible, constante,
que me pende de un hilo.

Entre el suelo y el aire
hay un paseo ingrávido y terco
de pensamientos en fuga,
de visiones gastadas
por la repetición del gesto.

Hay una peonza en mi mirada
que lanzo a ciegas en el cuarto oscuro
de buscar verdades.

Entre el salto y el giro
hay un duelo con la espera
un equilibrio errante
donde avanzar no me salva
ni me frena la caída.

Hay en mi mirada la constancia
de un ir y venir de péndulo y martillo
un paisaje tan poblado de nosotros,
de los otros,
que convierte la distancia
en un juego breve
una pausa, 
una vuelta a empezar.

viernes, febrero 13, 2015

Apunta

Aguanta la respiración o suelta el aire,
apunta desde la espera, 
desde la asfixia que te acelera el pulso,
o hazlo desde la vida,
en plena exhalación apunta 
y aciértame.

miércoles, febrero 04, 2015

El Rumbo

Busco en la escala de los vientos
el nombre del que me ha sorprendido
navegando en tu rumbo.
Me ha golpeado en las alas
tan limpio, tan preciso,
y yo he resistido tanto
para no perder tu horizonte,
que ahora le busco a ese golpe un grado
para medir con él mi fuerza
y mi fantasía.

Enséñame a hacerlo contigo,  
a dirigir bien esta nave
a saber, sintiendo,
que la dirección se marca
siempre hacia un sueño,
aunque en el timón de mis manos
manden a partes iguales
la realidad y el deseo.
Quiero aprender la medida
entre lo que sé y lo que quiero.

Dices que quien conoce se anticipa,
que ha de ser firme el movimiento
para luego corregir si es necesario.
Y yo he dado bandazos 
con mis ganas en tu rumbo,
decidida contra el viento con mi nave,
y ahora siento las preguntas
como rachas de cien nudos
y voy hacia ti con el aire
y me aparto con el peso.

Dime tú entonces, que sabes
lo que piensan tus miradas
si somos destino o paseo.
Dime si ves lo que yo veo 
o repite esas verdades
que ya te escuché en el puerto,
y dejaré que mis alas libres
bailen para otros vientos.

http://youtu.be/AMonD87pHSk

sábado, noviembre 08, 2014

El desierto

Ahora, que el desierto quedó atrás
y puedo verlo desde la atalaya del tiempo,
cada tropiezo en su arena,
cada tormenta y toda la sed,
son inofensivos ya y maestros 
a los que volver, como a cualquier viaje,
sólo con el recuerdo.

Porque fue muy árido y muy lento
ahora que lo veo así, más lejos,
y ya mojo mis pies en las orillas de otro paisaje
y no hay regreso posible.

Puedo abrazarme ahora a sus cristales rotos,
y sentir, por el espacio de un poema,
aquel cansancio de pensar,
de andar con mil voces a cuestas
tirando de un cuerpo sin risa
sin tener las fuerzas ni querer las riendas.

Veo mi agua estancada en aquel fondo
de amor y de tristeza
que gota a gota lloraba
rocío de sal sin mar a la vista.

Vuelvo al espacio inmóvil
cuando cerraba mi puerta,
y al silencio de todas las cosas
contra el persistente herir de la nostalgia.

Y a cada paso en la zanja,
a cada mal trago de ausencia,
cogerme a manos tendidas
como cuerdas, como remos en el aire.

Puedo ahora abrazarme en el espejo
y recordar que fui yo
la que apuntó al horizonte
clavando cada pena en el suelo.

Puedo abrazarme sin miedo
al tránsito de dejarte, amor,
con la memoria que es justa
con todo lo que fue y es cierto.

Y puedo abrazarme al desierto
porque conozco sus caminos,
porque inventé la salida
y porque lo llevo dentro.

¡Que levante la mano!


Que levante la mano quien se conozca,
quien no albergue duda sobre sí mismo
quien diga yo soyy le basten los adjetivos.

Que levanten la mano los absolutos
que lo hagan las definitivas
que yo me la guardo como se enfunda un arma
cargada de tal vez, como la lluvia.                                           

Porque soy la hija del otoño y su baile de mudanzas
habito azarosa en estancias, paisajes o laberintos
siguiendo el hilo sutil de mi conciencia
anudada al origen y en dirección a la nada.

Y no levanto la mano, yo no levanto bandera,
mi territorio es el mapa del latido y el momento;
mi brújula: adonde miro
mi medida: lo que calma, lo que hiere, lo que quiero.
¡Entra en mi casa de ideas, de humores y de elementos!

Hay remolino en mi agua cuando chocan mis corrientes
y giro, redonda y perdida, vertical y profunda.
Me derramo, me evaporo, cristalizo, me congelo
y no hay un veredicto en la risa o en el llanto de mi espuma.

Soy ilusión de veleta que lanza el amor al viento
mi aliento, que es verdadero, relativiza verdades
y un soplido basta a veces para izar todas mis velas,
y puedo ser torbellino o silbido susurrante.

A la lumbre de mis ascuas digo paz y soy abrazo
el hogar, como un letargo, me hace sentir infinita
pero en llamas y en fulgor quemo los siempres
y alimento a mis demonios con mordiscos de ceniza.

Porque he caminado descalza sobre arena y sobre roca
y escalado con mis llagas sosteniendo la cordura,
la tierra de mi soledad es fértil, pero quiere compañía
para disfrutar del llano, para conquistar la altura.

Y juego... pues libertad es jugar
a ser mi herencia y mi tiempo,
y no levanto la mano, levanto la voz y digo
que sólo con las palabras soy algo de lo que soy,
estoy en mí
y estoy contigo.



lunes, julio 07, 2014

SI DE PEDIR SE TRATA

Cómo voy a decir que no,
que no quisiera en un domingo de lluvia
despertarme con él y desayunarnos sin prisa,
una y otra vez,
ajenos al silencio, al gris y al agua,
seguros de que no es la única ni la última vez
que estamos en casa.

Cómo no iba yo a preferir su piel a una taza caliente,
cuatro manos bajo la sábana a dos sobre esta mesa,
y el placer y el juego y los gemidos
al monólogo, al susurro del quererme a solas
del que, no me malentiendan, podría seguir disfrutando
durante mucho tiempo más.

Pero yo siempre escogeré, si de pedir se trata,
el doble pulso en el camino con un compañero
de llanuras y pendientes,
el que me ve cuando me mira y me sabe y me elige
porque a su equipaje aún le queda espacio y posibles
y las ganas de sí, de más, de mejor
a pesar de todo lo que no, lo que mal, lo que menos.

Elijo, para cielos de sol o de lluvia,
a quien me coja de la mano
ante el espejo de todos los días
para reconocernos frágiles y hermosos,
humanos y relativos
con poco tiempo que perder y muchas ganas
de querernos bien, simplemente.

Así que, desde la ingenuidad aparente
tras lo obvio de los buenos deseos,
y con la única certeza del decir de las palabras
elijo, si de pedir se trata,
que me sirvan otra de amor a domicilio.
Aguardaré donde estoy, donde soy sencillamente
con la necesidad calibrada
y sin ninguna urgencia,
hasta que algo, un detalle o un cataclismo,
me confirmará su llegada.


JUSTO ANTES

No encuentro palabras,
no encuentro las palabras para nombrar
aquello que precede a eso
que lo cambia todo,
palabras para quedarme en el filo, de puntillas, 
lamiendo el latido en las coordenadas
del justo antes.

No hay forma de detenerme ahí,
en el umbral de lo que está por llegar,
el limbo de lo anterior
donde, como en un parpadeo,
no hay tiempo ni espacio ni verbo,
no hay remedio.

Porque ¿cómo saberse
en el prólogo del amor,
en el preludio de la pérdida,
el oráculo de la guerra,
en la antesala de la suerte
o el presagio de la muerte,
en el preliminar del encuentro,
el origen del incendio,
en el embrión de la herida,
o el aperitivo de la huida?

¿Cómo saberse en el preámbulo
si es invisible, inasible, inaprensible.
Cómo adivinar el sonido
cuando nace lejano y viaja
si sólo se conoce cuando se ha oído?

Así que me encuentro, como tú, ante la vida
desnuda, respirando,
sin crisálida que envuelva y anuncie
la mudanza y el tránsito.

Porque somos gota de lluvia en la ola,
piedra en el ojo del huracán,
grito en el aliento del ruido,
y no hay palabras refugio
para esta espera sin nombre,
para el justo antes de lo que vendrá
en el que siempre, siempre me encuentro,
pero no me reconozco.

A veces me quedo muda y atenta
como un cormorán frente al mar,
con las alas bien abiertas,
en la quietud de lo posible,
y sé, como él, cuál es mi deber:
me calzo, entre la esperanza y el miedo,
las botas de la vida,
y sin cuándo, cómo ni dónde,
sin domesticarme cabalgo
sobre el caballo de la luz
y de la sombra.


PÁJARO DE CIUDAD

Hoy no quiero mirarte,
no quiero seguirte en tu vuelo a lo inaccesible,
ni imaginar en tus ojos visiones inéditas.
No quiero admirar tu aérea pobreza,
tu viaje sin peso ni despedida
tierra a través o mar adentro.

Hoy no quiero mirarte, pájaro de ciudad,
y no poder ver en mis versos de cuatro paredes
un gesto de ave que, con palabras como alas,
pudiera desatar su miedo en el viento
y volarlo de un plumazo.

Hoy te veo aquí, tan fuera de contexto
en tu alcoba de cable, teja o baranda,
atada tu libertad a este gris, a este ruido,
pájaro ignorante y hambriento,
y no quiero mirarte más,
¡quiero gritarte
expulsarte del centro al extrarradio y lejos!
necesito que tú desaparezcas,
que tú lo hagas posible.

Pero tú te quedas, no quieres irte
y yo no quiero mirarte más
porque me recuerdas a mí,
a mi propia ignorancia y mi desgana,
a mis palabras como plumas sin ala,
a los poemas de vuelo corto
que entre los escombros mendigan belleza,
como haces tú con las migas entre el polvo.

Eres la imagen de la renuncia más hueca
pájaro instalado en la ciudad.
Y justo ahora me estás mirando a los ojos
desde el otro lado de la ventana
de este tercer piso sin balcón,
donde posados, yo en mi sofá y tú en tu cornisa,
pareces decirme,
pareces querer enjaularme diciendo:
no busques, no sueñes, no escapes
aquí… aquí tienes todo lo que necesitas.


 
*