Hay
un acordeón en mi mirada
que
suena hacia dentro con canciones mudas
que
sólo yo escucho.
Entre
pupila y latido
hay
un aliento encerrado
que canta
todas las notas
en vaivén
infinito y confuso
sobre
el fuelle del tiempo.
Hay
un columpio en mi mirada
y es la
balanza imposible, constante,
que
me pende de un hilo.
Entre
el suelo y el aire
hay
un paseo ingrávido y terco
de
pensamientos en fuga,
de
visiones gastadas
por
la repetición del gesto.
Hay
una peonza en mi mirada
que
lanzo a ciegas en el cuarto oscuro
de
buscar verdades.
Entre
el salto y el giro
hay
un duelo con la espera
un
equilibrio errante
donde
avanzar no me salva
ni me
frena la caída.
Hay
en mi mirada la constancia
de un
ir y venir de péndulo y martillo
un paisaje
tan poblado de nosotros,
de
los otros,
que
convierte la distancia
en un
juego breve
una
pausa,
una vuelta a empezar.
una vuelta a empezar.
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