Esta mañana al despertar me he quedado a medio camino entre el sueño y la realidad, de una forma más consciente e instalada en el alma de lo que lo hago otras mañanas. Me he quedado pensativa en ese espacio de duda del primer abrir de ojos, cuando desde la cama intuyo la luz del día en la ventana a la izquierda, y miro -como en un acto de oración heredado de la infancia- el dibujo que cuelga de la pared a la derecha, el de la muchacha de espaldas, que surge de unas raíces sembradas de flores y sostiene el hilo de un globo rojo en la mano. Cada día me debato entre la tentación del sueño, el cerrar de nuevo los ojos para seguir viendo mundos imaginarios y silenciosos, y la llamada de la vida, de las calles, del trabajo, de la gente, del sonido, del movimiento. Siempre me cuesta tanto decidirme... me pregunto si es porque dormida el mundo me parece más bello, más posible.
Por eso hoy me he quedado atrapada en ese delirio cotidiano, en un intento de comprender o expresar el por qué de la persistencia de la duda en mis mañanas, del doloroso placer de sentirme en un espacio sublime y torturador a la vez, mezcla de deseos y miedos, de libertad y servilismo, de creatividad contenida en ese intersticio fugaz y lleno de pereza. Lo único que he logrado es escribir unas palabras en mi cuaderno de la mesilla, y salir adelante como cada día, con el acto de la ducha, el desayuno y el trato con las cosas del mundo. También me he dado cuenta de que miraba con ojos distintos a los de otras mañanas, ojos como de viaje, y he leído versos sueltos, mejorables, en las terrazas de los áticos, en las conversaciones de algunos tenderos, en los locales vacíos por alquilar... y al oír mi propia voz pidiendo una salsa para la pasta fresca o cita con el médico, la he sentido por dentro como un sobresalto, lejana.
Tengo que contar historias, deseo encontrar palabras... las he buscado en el delirio, pero me he quedado soñadora sin rumbo en la realidad. El universo del sueño reivindica su silencio cuando le reclamo en el mundo, se reserva las palabras o requiere de una llave especial, de un genio o una disciplina que, sinceramente, dudo si poseo. Y resulta que los delirios que me llenan por dentro en las mañanas extrañas no tienen luego la grandeza que prometían... o tal vez debo seguir buscando, o buscando en otra parte, o de otro modo.
viernes, febrero 06, 2009
delirios sin grandeza
Etiquetas: pensando...
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