Un simple gesto hoy, cotidiano
como es el abrir una agenda
me ha revelado una necesidad
y un imposible:
¿cómo señalar la pena en un calendario?
¿Dónde anoto mis reuniones con la tristeza?
Citas sin hora de inicio o final
sostenidas entre los días como un compromiso
ineludible, un examen sin temario,
un recado sin lugar, sin precio, sin objeto.
Algo tan simple como abrir la agenda es,
en este momento de ausencia,
la constatación del peso
del paso de los días
de los planes con tachaduras
y los aniversarios sin fiesta...
es la confirmación
de la necesidad de tiempo
frente a la inutilidad del calendario.
viernes, febrero 13, 2009
la inutilidad del calendario
Etiquetas: poesía
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