domingo, junio 22, 2008

el canto del cisne

Hace tiempo un amigo me pidió que escribiera un texto sobre el "antiapocalipsis" para una revista online llamada Chichi&Co que, creo, no llegó a publicar su segundo número...

Me autopublico entonces ahora que me ha venido a la memoria revisando documentos de entonces, poco antes de crear este blog.

EL CANTO DEL CISNE

Busquemos algo bueno, no en apariencia, sino sólido y duradero, y más hermoso por sus partes más escondidas; descubrámoslo. No está lejos: se encontrará; solo hace falta saber hacia dónde extender la mano; mas pasamos, como en tinieblas, al lado de las cosas, tropezando con las mismas que deseamos…
Lucio Anneo Séneca
(4 a.C.–65 d.C.)

Las primeras líneas de mi texto las quiero consagrar al aviso de que no tengo grandes conclusiones, de que no hay una tesis que justificar; más bien se trata de compartir algunas ideas que, alrededor de un tema tan oceánico como el antiapocalipsis, se me venían desordenadas y perdidas a la cabeza estos días.

Y es que la propuesta me parece de una ambición considerable, porque al fin y al cabo, es como reflexionar sobre algo así como “el estado de ánimo del mundo”… ¡complicada tarea para una mente dispersa como la mía!

Así que cuando decidí participar del reto me puse a pensar un rato, a ratos, a mirar distinto, a leer un poco, de unos pocos… y aunque seguía sin conclusiones ni tesis, me di cuenta de que el mundo, o al menos el mío, estaba lleno de señales antiapocalípticas y que por tanto tenía que encontrar la forma de compartirlas con vosotros.

La primera cosa en la que estuve pensando fue curiosamente en la astrología. Me contaron hace poco que se está produciendo el paso de la era pisciana (regente en los últimos 2160 años) a la acuariana, propiciada según google por una nueva frecuencia que afecta al planeta llamada la “banda fotónica de Alción” y que además coincide con un fenómeno puramente astronómico de retrogradación de un tal “punto vernal” llamado Gamma... (hasta aquí no hemos entendido nada, estoy de acuerdo). Si la era pisciana ha sido la del poder, el control, los miedos, la codicia, la violencia o la adicción, la acuariana será la de la ruptura y la liberación, la del libre albedrío y el amor.
El tema es que nosotros estaríamos justo en medio de las dos (no se ponen muy de acuerdo sobre las fechas), así que por un momento me pareció que tenía cierto sentido hablar de un supuesto cambio de era atrológica/astronómica como responsable de estos tiempos antiapocalípticos en los que andamos como perdidos buscando señales, guías, evasiones, inspiraciones, rupturas … y en los que tanta gente se acerca (en el mejor de los casos) a grupos místicos, agrupaciones New Age o técnicas orientales de todo tipo. Parecía que la cosa cuadraba bastante; no sé qué os parecerá a vosotros…

Pero a mí, y tal vez por un exceso de racionalidad (o falta de fe), me hacía sentir algo incómoda la idea de defender esta teoría sobre la actitud antiapocalíptica, puesto que tampoco es la que practico yo, que soy en general bastante reacia a los credos de cualquier tipo. Así que me tomé un día de reflexión entre libros (enfermedad imaginaria para los amigos y menos imaginaria para mis jefes) para hurgar un poco a ciegas entre otras posibles ideas que compartir con vosotros. Este viaje fue más placentero e inspirador, pero tampoco me llevó a grandes respuestas y, como todo viaje desordenado a la inmensidad de los libros, me dejó un poco con hambre. Pero me paseé entre poetas, filósofos, místicos y otros publicadores de algo, y anoté algunas ideas útiles y pasé por muchas otras más o menos interesantes.

Por ejemplo, lo primero que anoté fue una cita del poeta Roberto Bolaño en una entrevista para la revista Quimera , donde afirma que el sueño es como el psiquiatra que cada noche te está curando. Me llamó la atención esa idea, porque siempre he pensado que dormir es una actividad fantástica de la que hablamos poco, un descanso de uno mismo y del mundo que ofrece una verdadera salvación a ciertos días de apocalipsis. Una oda al dormir (y la libertad de los sueños) como emblema del antiapocalipsis me pareció también un buen tema del que hablaros; y hasta pensé en un posible video en el que varias escenas de violencia, de miedo, de tristeza, etc. fueran intercaladas con escenas de plácido sueño, como ese paréntesis universal en medio de cualquier situación de fin de un mundo... Luego pensé que los desastres ecológicos no duermen de noche, y que a veces se tienen pesadillas, y que siempre nos acabamos despertando… y por eso me quedé solo con la frase de Bolaño.

Después di un paseo y hacía un día precioso, y me di cuenta de cómo las calles, los portales, la gente, los detalles más pequeños, podían convertirse en una colección de señales del antiapocalipsis; y pensé en un posible reportaje de fotos, de pequeñas situaciones que me sorprenden a veces y que me parecen positivas y esperanzadoras: la floristería de la esquina, el viejo “loco” que canta ópera en una placeta de Gran de Gràcia, el sol entre las hojas de un árbol, los voluntarios de Oxfam tenaces a la salida del metro, la señora que me pide que le alcance una lata de berberechos demasiado alta en el colmado… de repente me di cuenta de que el día estaba lleno de cosas que me parecían antiapocalípticas, y también de que no es porque lo fueran especialmente, sino porque yo las veía así; por eso me dije que tal vez era algo demasiado personal.

Así que volví a los libros, y esta vez me incliné por títulos bien serios como El fin de la modernidad de Giani Vattimo, o El fruto de la nada del Maestro Eckhart, y algo de Sabater sobre el siglo XXI y de Amador Vega sobre el nihilismo… en fin, que me metí en camisa de once varas porque todo resultaba demasiado complejo y disperso. Anoté algunas cosas, pero pensé que os aburriría y me aburriría a mí misma hablando del fin de la historia según Gehlen o Heidegger, o de la idea de la pobreza de espíritu de las bienaventuranzas según Eckhart… estaréis de acuerdo conmigo (o lo hubierais estado).

Y justo entonces, cuando me sentía del todo desorientada y a punto de desistir, di con Sócrates, con su biografía y con la mítica escena de su muerte, que relata Platón en El Fedón. Regresé gracias a ese libro a la anécdota del canto del cisne, que leí hace muchos años, y me pareció una imagen preciosa de la actitud antiapocalíptica que andaba buscando, y pensé que aunque no sabía qué contaría en mi artículo, acabaría mi texto con ella (suele pasarme que me motiva más pensar en el final que en el principio de ciertas cosas). Os cuento: Se decía en la antigua Grecia que los cisnes entonan sus más intensos y bellos cantos antes de morir , y no sé si es o no verdad, pero Platón lo usa como ejemplo de la muerte de Sócrates, de su actitud positiva y valiente ante el final, ante su propio apocalipsis.

Pensé que me gustan los finales que no se angustian, los que se rinden homenaje, los que se rebelan contra las falsas consolaciones y no necesitan promesas, ni se condenan. Me gusta pensar en los finales por adelantado, porque en el final de las cosas está muy a menudo su máximo interés, y porque el apocalipsis sucede cada día, y cada día sucede lo contrario. La vida tiene menos que ver con los principios que con la dignidad de los finales .



SOBRE LA AUTORA

Nací un miércoles de octubre hace más o menos veintiocho años y me llamaron Belén. Desde entonces, me dedico al tan interesante como inevitable (según el día) oficio de vivir conmigo; y me encantan los miércoles, y hasta mi nombre.

Curiosa empedernida, madura a ratos, romántica desencantada, sincera sin remedio, solitaria a regañadientes, impaciente, amante de las palabras y de ciertos silencios, amiga de lo relativo y de mis amigos, una de las pocas cosas absolutas.

Me encantaría pasarme el resto de mi vida viajando, buscando, descubriendo, compartiendo, escribiendo… todo eso que a veces me parece que solo hago a ratos, a medias; pero que va conmigo como mi nombre, como los miércoles.

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