sábado, noviembre 08, 2014

El desierto

Ahora, que el desierto quedó atrás
y puedo verlo desde la atalaya del tiempo,
cada tropiezo en su arena,
cada tormenta y toda la sed,
son inofensivos ya y maestros 
a los que volver, como a cualquier viaje,
sólo con el recuerdo.

Porque fue muy árido y muy lento
ahora que lo veo así, más lejos,
y ya mojo mis pies en las orillas de otro paisaje
y no hay regreso posible.

Puedo abrazarme ahora a sus cristales rotos,
y sentir, por el espacio de un poema,
aquel cansancio de pensar,
de andar con mil voces a cuestas
tirando de un cuerpo sin risa
sin tener las fuerzas ni querer las riendas.

Veo mi agua estancada en aquel fondo
de amor y de tristeza
que gota a gota lloraba
rocío de sal sin mar a la vista.

Vuelvo al espacio inmóvil
cuando cerraba mi puerta,
y al silencio de todas las cosas
contra el persistente herir de la nostalgia.

Y a cada paso en la zanja,
a cada mal trago de ausencia,
cogerme a manos tendidas
como cuerdas, como remos en el aire.

Puedo ahora abrazarme en el espejo
y recordar que fui yo
la que apuntó al horizonte
clavando cada pena en el suelo.

Puedo abrazarme sin miedo
al tránsito de dejarte, amor,
con la memoria que es justa
con todo lo que fue y es cierto.

Y puedo abrazarme al desierto
porque conozco sus caminos,
porque inventé la salida
y porque lo llevo dentro.

¡Que levante la mano!


Que levante la mano quien se conozca,
quien no albergue duda sobre sí mismo
quien diga yo soyy le basten los adjetivos.

Que levanten la mano los absolutos
que lo hagan las definitivas
que yo me la guardo como se enfunda un arma
cargada de tal vez, como la lluvia.                                           

Porque soy la hija del otoño y su baile de mudanzas
habito azarosa en estancias, paisajes o laberintos
siguiendo el hilo sutil de mi conciencia
anudada al origen y en dirección a la nada.

Y no levanto la mano, yo no levanto bandera,
mi territorio es el mapa del latido y el momento;
mi brújula: adonde miro
mi medida: lo que calma, lo que hiere, lo que quiero.
¡Entra en mi casa de ideas, de humores y de elementos!

Hay remolino en mi agua cuando chocan mis corrientes
y giro, redonda y perdida, vertical y profunda.
Me derramo, me evaporo, cristalizo, me congelo
y no hay un veredicto en la risa o en el llanto de mi espuma.

Soy ilusión de veleta que lanza el amor al viento
mi aliento, que es verdadero, relativiza verdades
y un soplido basta a veces para izar todas mis velas,
y puedo ser torbellino o silbido susurrante.

A la lumbre de mis ascuas digo paz y soy abrazo
el hogar, como un letargo, me hace sentir infinita
pero en llamas y en fulgor quemo los siempres
y alimento a mis demonios con mordiscos de ceniza.

Porque he caminado descalza sobre arena y sobre roca
y escalado con mis llagas sosteniendo la cordura,
la tierra de mi soledad es fértil, pero quiere compañía
para disfrutar del llano, para conquistar la altura.

Y juego... pues libertad es jugar
a ser mi herencia y mi tiempo,
y no levanto la mano, levanto la voz y digo
que sólo con las palabras soy algo de lo que soy,
estoy en mí
y estoy contigo.



lunes, julio 07, 2014

SI DE PEDIR SE TRATA

Cómo voy a decir que no,
que no quisiera en un domingo de lluvia
despertarme con él y desayunarnos sin prisa,
una y otra vez,
ajenos al silencio, al gris y al agua,
seguros de que no es la única ni la última vez
que estamos en casa.

Cómo no iba yo a preferir su piel a una taza caliente,
cuatro manos bajo la sábana a dos sobre esta mesa,
y el placer y el juego y los gemidos
al monólogo, al susurro del quererme a solas
del que, no me malentiendan, podría seguir disfrutando
durante mucho tiempo más.

Pero yo siempre escogeré, si de pedir se trata,
el doble pulso en el camino con un compañero
de llanuras y pendientes,
el que me ve cuando me mira y me sabe y me elige
porque a su equipaje aún le queda espacio y posibles
y las ganas de sí, de más, de mejor
a pesar de todo lo que no, lo que mal, lo que menos.

Elijo, para cielos de sol o de lluvia,
a quien me coja de la mano
ante el espejo de todos los días
para reconocernos frágiles y hermosos,
humanos y relativos
con poco tiempo que perder y muchas ganas
de querernos bien, simplemente.

Así que, desde la ingenuidad aparente
tras lo obvio de los buenos deseos,
y con la única certeza del decir de las palabras
elijo, si de pedir se trata,
que me sirvan otra de amor a domicilio.
Aguardaré donde estoy, donde soy sencillamente
con la necesidad calibrada
y sin ninguna urgencia,
hasta que algo, un detalle o un cataclismo,
me confirmará su llegada.


JUSTO ANTES

No encuentro palabras,
no encuentro las palabras para nombrar
aquello que precede a eso
que lo cambia todo,
palabras para quedarme en el filo, de puntillas, 
lamiendo el latido en las coordenadas
del justo antes.

No hay forma de detenerme ahí,
en el umbral de lo que está por llegar,
el limbo de lo anterior
donde, como en un parpadeo,
no hay tiempo ni espacio ni verbo,
no hay remedio.

Porque ¿cómo saberse
en el prólogo del amor,
en el preludio de la pérdida,
el oráculo de la guerra,
en la antesala de la suerte
o el presagio de la muerte,
en el preliminar del encuentro,
el origen del incendio,
en el embrión de la herida,
o el aperitivo de la huida?

¿Cómo saberse en el preámbulo
si es invisible, inasible, inaprensible.
Cómo adivinar el sonido
cuando nace lejano y viaja
si sólo se conoce cuando se ha oído?

Así que me encuentro, como tú, ante la vida
desnuda, respirando,
sin crisálida que envuelva y anuncie
la mudanza y el tránsito.

Porque somos gota de lluvia en la ola,
piedra en el ojo del huracán,
grito en el aliento del ruido,
y no hay palabras refugio
para esta espera sin nombre,
para el justo antes de lo que vendrá
en el que siempre, siempre me encuentro,
pero no me reconozco.

A veces me quedo muda y atenta
como un cormorán frente al mar,
con las alas bien abiertas,
en la quietud de lo posible,
y sé, como él, cuál es mi deber:
me calzo, entre la esperanza y el miedo,
las botas de la vida,
y sin cuándo, cómo ni dónde,
sin domesticarme cabalgo
sobre el caballo de la luz
y de la sombra.


PÁJARO DE CIUDAD

Hoy no quiero mirarte,
no quiero seguirte en tu vuelo a lo inaccesible,
ni imaginar en tus ojos visiones inéditas.
No quiero admirar tu aérea pobreza,
tu viaje sin peso ni despedida
tierra a través o mar adentro.

Hoy no quiero mirarte, pájaro de ciudad,
y no poder ver en mis versos de cuatro paredes
un gesto de ave que, con palabras como alas,
pudiera desatar su miedo en el viento
y volarlo de un plumazo.

Hoy te veo aquí, tan fuera de contexto
en tu alcoba de cable, teja o baranda,
atada tu libertad a este gris, a este ruido,
pájaro ignorante y hambriento,
y no quiero mirarte más,
¡quiero gritarte
expulsarte del centro al extrarradio y lejos!
necesito que tú desaparezcas,
que tú lo hagas posible.

Pero tú te quedas, no quieres irte
y yo no quiero mirarte más
porque me recuerdas a mí,
a mi propia ignorancia y mi desgana,
a mis palabras como plumas sin ala,
a los poemas de vuelo corto
que entre los escombros mendigan belleza,
como haces tú con las migas entre el polvo.

Eres la imagen de la renuncia más hueca
pájaro instalado en la ciudad.
Y justo ahora me estás mirando a los ojos
desde el otro lado de la ventana
de este tercer piso sin balcón,
donde posados, yo en mi sofá y tú en tu cornisa,
pareces decirme,
pareces querer enjaularme diciendo:
no busques, no sueñes, no escapes
aquí… aquí tienes todo lo que necesitas.


TE PROPONGO

Te propongo
que hoy tengamos solo género
sin sexo,
que acostemos a las “os” junto a las “as”
y engendremos a un ejército de ecos
con simiente de palabras al azar.

Elevados, en el idilio del verbo,
en una cópula aérea y musical,
seamos pájaros parlantes, boquiabiertos,
en esta ingrávida conversación de amar.

Te propongo que me recites un beso
con femeninas letras y masculino afán,
dime muslo, labio, abrazo, aliento,
luego curva, lengua, boca y humedad.

Vamos a lanzarnos un te quiero
contra los incendios de la soledad,
y el agua lenta y turbia del miedo
se hará espuma sonora y vendaval.

Te propongo que nos comamos los versos
sin rima, sin desgana, sin disfraz
que disparemos sueños como textos
a la diana de la posibilidad.

porque hoy tú y yo vamos a darnos género
sin sexo
dejaremos a su maldita guerra en paz,
y mañana,  si quieres, callaremos…

y podremos tocarnos sin parar.

febrero 2013

 
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