viernes, junio 06, 2008

Hay golpes en la vida...

La vida tiene golpes.
Los tiene de todos los tamaños y proporciones, en formas infinitas y siempre inesperadas, para bien y para mal. Su calidad principal es justamente esa, la de lo inesperado. Entonces, cuando es para bien hablamos de sorpresas y cuando es para mal de golpes. Porque el golpe es una sorpresa que en lugar de hacerte libre y ligero te encadena a tu propio peso, te hace dolorosamente consciente de tu propia existencia amoratada o en carne viva, asustada.

Y lo interesante del tema es que ambos conviven en cualquiera de nuestras vidas humanas, individuales y colectivas, en un equilibrio complejo que convierte a la felicidad (la paz, la sabiduría, el Nirvana) en una pieza de alta ingeniería del alma. Si el mecanismo funciona logramos un buen balance de sopresas y golpes, compensado la explosión evanescente de las primeras con la contusión de las segundas, aligerando el peso de cualquier golpe con el bálsamo áereo de alguna sorpresa esperanzadora. La combinatoria es interminable en grados y calidades, en duraciones y profundidades, hasta hacer de nosotros seres en constante supervivencia y superación, adiestrados para la compensación por pura máxima de conservación de la especie.

Lo bello de todo este juego que es la vida es, como siempre, el arte. La vida podría verse como una interminable exposición de obras de la sorpresa o el golpe, a menudo en evidente desequilibrio, otras en deliciosa armonía.
Lo sabio de todo está en quitarle un poco de peso al golpe, en entender que "así es la vida a veces" y seguir adelante, siempre, porque solo tenemos una vida y es nuestra responsabilidad compensarla y llenarla de posibilidades de todo tipo, entre ellas la de volar.

Te dejo este poema de César Vallejo, que me vino a la memoria pensando en los golpes de la vida:

LOS HERALDOS NEGROS

Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma... ¡Yo no sé!

Son pocos; pero son... Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros Atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.

Son las caídas hondas de los Cristos del alma
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.

Y el hombre... Pobre... ¡pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como charco de culpa, en la mirada.

Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!

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